25 de noviembre de 2010

Otro relato... y como siempre, no se que nombre ponerle; esta es la primera parte.

Un fuerte ruido la despertó. Sin saber qué era, apartó las mantas, se sentó en la orilla de la cama, vio el despertador: las 3 y media. Se puso la bata, hacía frío. Encendió la lamparilla de la mesa, se levantó y salió de la habitación.
Encendió la luz del pasillo, vio que la puerta del baño estaba entreabierta y la luz encendida, echó a andar lentamente, apoyando una mano en la pared. Se escuchaba un sonido suave y seco, algún pequeño objeto metálico golpeando contra algo. Abrió la puerta y como esperaba, era Mario. Estaba sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la bañera, desnudo; con la mano derecha golpeaba un cortaúñas contra el suelo, tenia la izquierda apoyada en la taza. Estaba sudando y parecía temblar de frío a la vez. Los ojos llenos de lágrimas, babeaba y se había vomitado encima...  Odilia lo miró con pena;  estaba enfermo, no se le podía llamar de otra manera; alcohólico desde hace años y adicto a los estupefacientes desde hace meses.  Estaba cayendo bajo, no podía controlarse, se colocaba hasta que no podía más; muchas veces sólo paraba porque ella le obligaba, pero la mayoría acababa como hoy, o peor aún. Por lo menos esta vez había sido en su casa y no en la calle, o en el baño de algún tugurio.
La pena que sentía  empezaba a esfumarse.  Encendió un cigarrillo. Ese era el lapso que le daba a la comprensión y la tolerancia que intentaba mostrar cada vez que le veía así. Apagó el cigarrillo abriendo el grifo del lavabo, echó la colilla a la papelera. Se acercó al cuerpo, yaciente en el suelo y lo cogió por los brazos para levantarle, él no cooperaba. Consiguió meterle en la bañera y empezó a llenarla con agua fría, eso talvez haría que se despejase o, por lo menos, que se moviese por si mismo. El agua estaba realmente fría.

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