26 de marzo de 2011

Suceso

Nadie sabe por qué lo hizo. Es un tópico decir que no parecía capaz de hacer algo así, que se comportaba como un vecino más y que para nada parecía un tipo peligroso, pero realmente era así. Es más, parecía un buen hombre, un poco reservado, algo tímido pero simpático y amable. Supongo que nunca se puede saber realmente lo que está pasando dentro de la cabeza de una persona. Cualquiera de nosotros podría ser un psicópata cruel y despiadado o un pervertido. Cualquiera de los que estamos aquí, rodeando la zona acordonada por la policía con el morbo como única excusa, podríamos estar simplemente alimentando nuestra perversión para después masturbarnos en nuestro   salón, asfixiándonos o dándonos descargas eléctricas mientras deseamos ese orgasmo anhelado, al que tanto trabajo nos cuesta llegar. Si este hombre fue capaz de algo como esto, cualquiera puede ser capaz de las más perversas atrocidades o de las más enfermizas costumbres. Cada día cuesta más trabajo confiar en la gente y cada día resulta más interesante imaginar hasta qué punto sería capaz de llegar una persona que confunde y mezcle realidad con fantasía.

Supongo que en el fondo lo único que pasa es que hay traumas y recuerdos reprimidos que nos llevan a perder esa conexión con la, demasiado acostumbrada a la tranquilidad, sociedad en la que nos desenvolvemos. Aun así, nos resulta impactante cada vez que sabemos de alguien que pierde tanto la cabeza, como para llevar al extremo la crueldad y cometer actos trastornados como el de hoy.

¿Qué culpa tenían el grupo de adolescentes que comían en este McDonald’s de que un jodido psicópata hubiera perdido los papeles y quisiera vengarse de la sociedad, por haber estado atormentado por complejos que jamás superó? Por patético que resulte parece ser que, cuerdos o no cuerdos, siempre tendemos a culpar a los demás por nuestra incapacidad de ser felices o, al menos, de mantenernos serenos y en calma. Pobres chicos, morir apuñalados uno tras otro y sin la más mínima posibilidad de reaccionar mientras veían que sus amigos eran asesinados frente a ellos. Que no reaccionaran me  parece lógico, pues el estado de shock al que les llevaría esa visión debió ser realmente fuerte y traumático. Sólo esperemos que de los testigos no salgan más psicópatas trastornados capaces de más barbaridades como ésta. 

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