Creí que había dejado atrás
La silueta de tu presencia hecha nostalgia
Recuerdo haber hablado tanto
Conmigo mismo –siempre conmigo mismo-
De la importancia de llamarnos nadie
Mientras la imaginación deviene en Dios
Y nos crea recreándose a imagen y semejanza
De las sombras y el silencio.
Creí que había dejado atrás
La presencia de tu silueta en mis recuerdos
Mientras me decía a mí mismo
Que no era yo –no podía ser yo- el que había de llegar
Allá donde exhala su fragancia la ilusión
En el oasis fantasmagórico de las batallas ganadas
Contra los desengaños siempre dispuestos
A nunca retirarse.
Pero quizás sí sea yo
el nunca dispuesto a desengañarse
Del abandono autoinflingido
Ni siquiera hablarme
a gritos funcionó
Como distracción –la atracción siempre irreconocible-
De la irreconciliable apatía del anónimo caminar
De tu inocencia ignorante siempre de haberme herido
Al haber conseguido adivinar hasta dónde llegaría
Esta pasión que fue sin saberse engendrada.