14 de septiembre de 2010

Encerrado

Deambulando entre cuatro paredes
Limitado a evocar lo que una vez fue mío
Recordar se ha vuelto una tortura
Pensar en valles que brillan
y montañas que bailan
tocar y lamer corazones de polvo
caminar entre edificios, cárceles del amor

Observar las aves que se desploman
directas hacia las fauces de las bestias
carnívoras que miran hacia un cielo
de colores imprecisos, de soles cambiantes
y nubes de nostalgia

La savia, la lluvia, la saliva, el mar
toda la sed que apagaron ¿dónde están?
¿Qué fue del fuego
de la luz, del ardor motivador
de las ganas y de los retos?

Imito alaridos de rifles explotando
el gotear de la sangre que se derrama 
y el estruendo del ocaso del futuro
Grito con desesperación las oraciones
que inventé cuando aún era niño en este encierro.

Mi dios es el eco
portador de toda la esperanza
y espejo de la desolación

Mi dios es la imagen de un yo sodomizado 
por la excesiva necesidad de volver a la fe
de volver a creer 
y aunque todo cambia la esencia permanece
creer en las melodías que trae el viento
y los diálogos con las sombras del pasado

Sucedáneos de flores para el hambre
hojas secas de árboles de papel como cobijo
El tiempo sacrificado en honor a la soledad
El tiempo muerto y el espacio condenado
a volverse impulsos eléctricos

Choques contra la razón 
entre la debilidad de las emociones
Yo confundido en la amargura del ego hecho ceniza,
frente al que pretendía ser una vez resucitado
cuando todavía era posible elevarme
más allá del exilio autoimpuesto por los sueños.

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