¿Recuerdas cómo empezó todo? ¿La primera puerta que abriste o el primer suspiro ahogado entre prohibiciones? Sal a caminar y cuenta las gotas que golpean tu piel desnuda antes de enfriar tus anhelos. Tu inocencia llora, mas no te escondas, deslízate y vacía las calles, derrite toda la nieve que tus huesos puedan abarcar, traga el agua que lava paredes y techos, sacia tu angustia deambulando entre árboles pestilentes: los paisajes más sucios te servirán de escenario.
Corre, salta, juega, libera esa criatura rebelde y maniática que habita tu libertad y que se vuelve sangre huidiza con el tacto de la luz.
No llores otra vez por ellos, por aquellas que desprecian tu energía, todos sabemos la verdad de nuestra mentira. Los cobardes se retan, venden y compran identidades, suben los precios o los bajan hasta la desesperación.
La euforia debería ser la máscara que cubre tus gestos nerviosos cuando contemplas y germinas tu infinito, tu universo negro, donde toda la luz es nada y cada cuerpo ínfimo se vuelve canto; desde ese rincón cómodo, improvisado entre ancestros, muebles desgastados, ropa desteñida, ventanas que no muestran nada, libros robados, bolígrafos siempre a punto de vaciarse, hojas de cuadernos y libretas con tendencia a borrarse y perderse entre discos transformados en vidas pasadas.
Mira donde acaba tu efigie y la del vacío que dejas reflejada en cajas muertas, cajas que no guardan nada, que ni siquiera escuchan. Recorre tu mundo, saciando todo el apetito instintivo que cierre el paso y ciegue, con su necedad, tu voluntad: la verdadera, la insaciable, la eterna.
Las paredes no se estrechan, no arde tu entorno, la rutina se mueve cabalgando motores grasientos y tu esencia lubrica el óxido pestilente de la tristeza.
Vive, muchacho, por la carne en la memoria, por las risas olvidadas, por la piel sensible al juicio de los párpados. Vive y miente, si logras sanar con tu engaño al placer desgarrado y a la voluntad sangrante, heridos por el tiempo: eterno porque mintió.
Medita y comparte, con la tinta y el papel, tu mundo pervertido por la inocencia: sacrificado a la incomprensión, a la eterna duda; tu mundo en un mundo sin espíritu: de criaturas sin alma; con los sentimientos vomitados en letrinas en medio de una selva de versos que se desvanecen al ser leídos.
Los versos son muy oscuros, fascinan de sentimientos desgarrados. Guarda dentro de ti, todo lo que te haga sonreír, porque en definitiva es lo único irrecuperable si se pierde, el dolor está a la vuelta de cada esquina y la alegría a veces es un universo lejano. UN ABRAZO LLENO DE LUZ, AMIGO
ResponderEliminarMenos mal que no se desvanecen, para que podamos volverlos a leer de vez en cuando, y cuando ya no los recordamos y volvemos a ellos, nos vuelven a conquistar como el primer día.
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