24 de noviembre de 2011

Jugando al asesino


Suele ser difícil acostumbrarse al calor artificial de las habitaciones de los hoteles baratos. Aunque resulta aliviador comprobar que la documentación falsa sigue funcionando para hospedarse en ellos. En estos lugares, el poco dinero ingresado resulta mucho más importante que la identidad de quien lo paga. Los perdedores como yo vivimos y hacemos vivir a estos lugares.
Si no fuera por los paseos nocturnos por las solitarias calles y los pequeños bares que se encuentran por ellas, con su cerveza barata, las estancias en pueblos pequeños rozarían lo insoportable. Lo más agradable y tranquilizador es recorrer sus plazas y parques vacíos con poca vegetación, y no cruzarse nunca con patrullas de policía. Sobre todo después de haber recibido esa llamada anónima, tan misteriosa e inquietante que rozaba lo místico. Una voz monótona y fría de mujer, casi robótica, que sin esperar mi reacción me dijo que mi cara ya aparecía en las fotografías de los delincuentes más buscados del país. Algo verdaderamente inquietante, aunque esperanzador de alguna manera. La llamada duró poco y no podrá repetirse, pues me he deshecho del teléfono móvil. Me pone nervioso estar pendiente de llamadas, mensajes, la hora… y ya estoy todo lo nervioso que puedo soportar. Solo me molesta saber que no podré descubrir nunca quién fue la que me llamó. Pero ahora tengo cosas más importantes de las que ocuparme.
A pesar de saberme prácticamente acorralado, una parte de mí, a veces desea ser atrapado y encarcelado; como si toda esta huida no fuera más que un juego que va perdiendo su parte divertida y empieza a mostrar su auténtico rostro: el de la derrota anunciada de antemano por la propia conciencia.
En realidad sería lo mejor que me podría pasar. Que me capturaran un día cualquiera, haciendo cualquier cosa rutinaria. Tal vez tomando unas cervezas, o comprándolas. Tal vez liando un cigarrillo, o comprando tabaco. Tal vez comiendo algo de comida precocinada, o comprándola. Tal vez paseando por un parque o de camino a alguna playa, o comprando tickets para un viaje corto en tren. Los viajes largos me aburren, podría leer pero últimamente prefiero no hacerlo, lo único que consigo es deprimirme y sentirme aún más solo.
Lo peor de todo es no dejar de pensar en que no debería haber hecho lo que hice y que toda esta mierda se podría haber evitado. No debería haber robado ese coche, ni haberlo puesto a tanta velocidad; no debería haber sido tan confiado, pensando que una carretera tan oscura no esconde demonios vestidos de verde, en patrullas blanqui-verdes. No debería haber perdido los nervios ni haber cogido sin pensar el arma que llevaba uno de ellos, ni haber disparado contra los dos… tampoco debería haber huido.
Y, sobre todo, no tenía que haber disfrutado con las muecas de miedo y dolor que se les quedó al ver que no iban a poder pararme cuando la muerte se les echaba encima… Suena absurdo, pero quiero perder en este juego… porque yo ya estoy perdido.

5 comentarios:

  1. Todos perdemos, pero a veces la mayor derrota significa una gran victoria. La contradicción está a la orden del día. Un abrazo

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  2. Habita entre nosotros lo extraño, lo que desea sabotear los planeado o lo imprevisto de alguna manera la alteridad está tan bien descrita en tu texto, que se entiende perfectamente al otro que nos roza en su huida. Un beso poeta

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  3. Pues si, cuando la conciencia te sabe culpable al andar desandamos y al huir, llegamos.

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  4. Es comprensible. Y lícito también. Caer y levantarse? Quién sabe.
    Qué bien describes, joder. Un beso.

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  5. Que vivan las contradicciones, Siria.. le dan un poco de salsa al día a día intelectual ;)

    Claudia... Lo peor es cuando huimos de nosotros mismos... quizá sea mejor aprender a reconciliarnos con ese otro que nos habla por medio de nosotros mismos (perdón por la redundancia). Un beso :)

    ersebeth... quizá, quizá, quizá... ;)

    Ina... no describo también, mi teoría es que hace falta un buen lector para obtener esa sensación. Caer y levantarse siempre es algo lícito... Lo importante al final es andar, aunque sea sin moverse.
    Un beso :)

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