A los tres sacerdotes mayas abatidos a tiros
Ningún diluvio, de esos capaces de acabar con mundos enteros
-Aunque sean imaginados-
Había logado apaciguar el ardor de su culto milenario
Ni los terremotos que derrumbaron capitales de mentiras
Pudieron callar la ebriedad de su canto
Cinco volcanes explotaron
-Los que rodeaban el territorio sagrado de su sangre-
Quemando parte de su piel-selva, trayendo cenizas de renovación
Y nada pudo acabar con ellos
Hasta que, como una profecía que se adelanta a su hora
Los hijos del tiempo infestado de ansiedad y envidia
Clavaron su ponzoña de acero en los espíritus sagrados
Apuntaron su desidia directa hacia esos cuerpos de fe
Para matar un poco más, la única fuente de honor
De un pueblo de recuerdos que ya no sabe
Si reír, llorar o vengar, servirá para algo
Quien mata a la fe, en nombre de la fe
nunca podrá, ni sabrá, abrazar su verdadera esencia.
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Intenso ;)
ResponderEliminarTantas muertes pendientes, con el cuchillo de la fe atraviesan estas tierras, pero lo sagrado, esa esencia que nombràs sigue ahí esperando la redención de los antiguos cultos. Me encanta pensar que un dìa no muy lejano, todo pueblo pueda encontrar su lugar en el mundo para ser y creer. BESO POETA.
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