1 de diciembre de 2010

Sin nombre, parte 5

Se mudó al centro de la ciudad, a un apartamento pequeño. Su puesto de trabajo en el hospital corría peligro por los recortes de puestos que estaban sufriendo, aunque no le preocupaba; llegó a alegrarse al pensar que podría disfrutar de algunos días de descanso laboral.
Quizás lo deseó con demasiada fuerza pues, a veces los astros se alinean y no siempre como uno espera, se quedó sin trabajo el mismo día que supo que estaba embarazada. Los astros y los planetas y todo el universo seguirían su expansión, mientras ella y su mundo empezarían  a reducirse a la atención del pequeño ser que se formaba en su interior. Hasta allí, de momento, los astros no habían llegado para condicionar el destino.
Embarazada, desempleada, liberada, ilusionada en su desolación; obligada a no dejarse llevar por los arrebatos de ira y por los pensamientos debilitadores; sometida a una presión en constante evolución y que amenazaba con ser la carga más pesada y delicada que jamás habría sentido sobre su condición de mujer; de ser humano responsable, quizá;  de adulto maduro, tal vez; de futura madre, dadora de una vida nueva que se agregaría a los millones que infestan el planeta. Pero sería una vida fruto de su esfuerzo, con su sangre, con su carne, fruto de su capacidad para dar forma al amasijo de ingenuidad y razonamientos incipientes que compartirían su tiempo, su casa  y, sobre todo, su dolor; capacidad de la que no podía ser consciente y con la que sólo podía fantasear.
Mario aun dolía y no dejaría de doler teniendo al lado un retoño de su lujuria; una venganza por su abandono en forma de recuerdo eterno, de maldición inocente, de efigie del amor idealizado e incumplido, de una obsesión sentimental efímera.

1 comentario:

  1. Resulta tan jodidamente angustioso, que no puedo evitar que me guste más y más.

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