Mira hacia mis ojos, y dime
¿Aún tienes fe, la guardas del sol?
Dime, ¿la paseas por los confines
De tu sombra, tu alma y tu corazón?
Los que piensan como yo nunca se exhiben,
Se ocultan de las balas sin control
De rifles que hace tiempo nos persiguen,
Con vehemencia fría, cruel y atroz.
Dime, ¿acaso te importa,
Cuando ves que estoy cayendo
Directo a este infierno
Sin fin, sin color, sin forma,
Cansado de estar sediento,
Rogando que no te escondas?
He olvidado quién es el que te escribe
Podría ser yo, mi alma, o mi sinrazón.
No es mi espíritu, pues este se inhibe,
Se aleja su guerra y no quiere amor.
Mira hacia él y tal vez se fíe,
Si lanzas versos o una canción
Para que me convenza y me obligue
A abandonarte y alejarme de tu voz.
Me has dejado preguntándome en por qué parece que las palabras nos elijan, nos llamen; y es que, al otro lado del océano, hace ya bastante tiempo -pero aún lo recuerdo- escribí "tu voz fría, cruel, atroz"... Perdona por no comentar más, pero estoy pensando en este llamado, acaso imaginado, y en esta cierta coincidencia... Precioso poema.
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